domingo, 9 de noviembre de 2008

LA CRISIS

Buenas noches, bienvenidos, hijos del rock and roll:


Ésta es una de las historias que mejor retratan al ser humano en sus distintas versiones. No en vano una pizzería siempre ha sido uno de los mejores reflejos de la sociedad: gente de todo tipo y condición, obligados a trabajar en algo que uno no desea, cobrando cuatro euros y humillándose las veces que sean necesarias, siempre por esos míseros cuatro euros (o tres, que estamos en crisis). Y en los últimos tiempos, no había más que ir a una pizzería y sacar el porcentaje de nacionalidades para saber la multiculturalidad de este país.


Aquí hay varios protagonistas, a cuál peor que el anterior. A saber: el típico chavalote gallito (lo que hoy día se denomina pokero [ver definición al final]), la chavala de abiertos pensamientos (y no pensamientos) que suele ser de la misma condición que el anterior personaje mencionado (vamos, lo que es equivalente al pokero), el bohemio cuarentón que está en contra del sistema establecido, y que se niega a ser como los demás, la mujer mayor, también cuarentona, trabajadora, honrada y asidua a los programas de Terelu, y los agentes de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, nuestros amados munipas...


Pues resulta que un martes invernal, a la hora del cierre, se encontraban en la pizzería la pareja pokeril, él comentándole a ella frases literarias del tipo “si voy con lo que te doy”, “te voy a meter de todo menos miedo”, “nena, qué verdura te gusta más, el nabo o el puerro”, a lo que ella, sin duda enamorada del poder dialéctico y de la sabiduría del Neruda pizzero contestaba con perlitas tipo “no, campeón, soy más de lomo embuchado”, “¿qué me vas a meter qué?, a ver si es verdad...”, “a mí verdura no, a mí lo que me gusta es ver dura”, y citas históricas similares. También estaba la mujer mayor, limpiando, pero literariamente es un mal personaje, paso de darle bola.


El caso es que serían las doce o una de la madrugada, por lo que la pizzería se encontraba completamente vacía, como es lógico. En esto que está cada uno en su papel cuando entra un ¿señor? al establecimiento. El primo entró tambaleándose, dándose con las paredes (separadas en unos dos metros, aproximadamente) y con dificultades respiratorias debido al hecho, nunca desdeñable, de que tenía en la cabeza, atención, una bolsa del Día (haremos publicidad, que están en crisis) atada y bien atada al cuello. Tan atada estaba que le estaba medio asfixiando...


La imagen era para verla. Pokero y pokera dejan de ponerse a tono, mujer mayor deja de limpiar y todos al descojone general. El bolsero ni es consciente de que se están partiendo la caja de él; bastante tiene con no perder el conocimiento...


He aquí cómo somos cada uno en según qué situaciones. El pokero que se viene arriba en banderillas: se mete con el bolsero, le insulta, le medio zarandea, le vacila,... La pokera, salvaguardada por el literato también vacila lo suyo, en un segundo plano, eso sí. La mujer mayor, temerosa, les dice que por qué no se están quietos y le dejan en paz. Los jóvenes le dicen a la vieja que se calle y que si quiere, que le dé tobas al pobre diablo, tal y como están haciendo ellos. Ella reniega de tan saludable actividad...


El pobre diablo se quita la bolsa como puede y se la guarda (era de esas que te cobran cinco céntimos si la pides en el supermercado), y medio mareado les sonríe a los chavalines, con una sonrisa que daba más miedo que el Dioni al frente del Ministerio de Economía. La mujer mayor algo ve ahí y se refugia en la oficina de la pizzería, cerrándose con llave por dentro y desde ahí llama a la policía. Los jóvenes prosiguen con el festival de insultos, vaciles y chascarrillos varios.


El bolsero les dice que quiere todo el dinero del día. Pokero boy se encuentra ante una situación inmejorable para quedar bien delante de pokera girl y quizá así conseguir meterle de todo menos dinero en el banco, así que el vacile aumenta. Ella sigue el juego e incluso ahora ve al muchachote como posible metedor esa noche... (el día que entienda cómo funcionan las mujeres juro que van a pasar dos cosas: 1.- voy a poner mis conocimientos aquí, para todos, pobres de nosotros; 2.- aquí se va a hinchar todo el mundo masculino, ¡hasta Enrique San Francisco!).


Pues el bolsero se harta y saca un cuchillo que había que verlo. Para hacernos una idea de las enormes medidas, debían ser como las que el pokero le prometía a ella (ay, cómo somos con herramientas de cocina delante...). El hombre que pide la recaudación del día, ya sin broma ninguna. Seguía borracho como una cuba, sí, pero por otro lado el cuchillo no tenía funda, directamente había que desenvainarlo.


Al vacililla se le bajó todo, hasta la cantidad de plaquetas en la sangre. El miedo le paralizó, y comenzó a balbucear al hombre algo parecido a unas disculpas. La chica, se refugiaba detrás del chico (porque no tenía dónde elegir, claro) y el hombre insistía en que quería el dinero. Él a lo suyo, no nos distraigamos.


La chica cogió todo el dinero de la caja y se lo dio al atracador, que se metía a toda prisa los billetes, arrugados y de forma un tanto aparatosa en los bolsillos. Estaba frente a la chica, cuchillo en mano y amenazándola con clavárselo (el cuchillo) si intentaba cualquier cosa. El pokero estaba unos metros tras ella... llorando, pero llorando de una forma que hizo que se acabara la sequía ese año.


Terminado el vacío de caja, el hombre les dice que se pongan de mirando a la pared. Ella estaba nerviosa pero más tranquila que el machote, que estaba hecho un ovillo, suplicando por su vida y rogando que por favor le dejara vivir. Sí, estaban atracando, de acuerdo, pero no dejaba de ser un tanto ridículo ver al chavalote llorando y vestido con las típicas pintas de matón de barrio.


El hombre, aun borracho como iba, cae en que había una tercera persona en la tienda. Se da cuenta de que está en la oficina y advierte a la mujer que si no sale se carga a uno de los chicos. Amigos, Pokero Power: el colega dice que a él no le hagan nada, llora que él no tiene culpa de nada y que por favor a él no le toquen [Nota del autor: sí, es un desgraciado, pero es un desgraciado sutil: en ningún momento dice “Cárgate a esta furcia” y sin embargo, lo deja caer...]. La chica, alucina pepinillos, como no puede ser menos. Y el hombre, al ver tal muestra de egoísmo, casi comete una desgracia para salvar el honor de ella (en el fondo era buen tío; la crisis, que nos lleva a hacer cosas que no queremos). Así pues, la mujer mayor sale de la oficina y le dice al hombre que se tranquilice, que si tiene el dinero lo mejor que puede hacer es huir con él y olvidarse de ellos, que no es necesario que se busque problemas innecesarios.


Viendo que el hombre estaba aún nervioso, la mujer de la limpieza le dice que ellos no quieren más líos, que bastante asustados están ya y le sugiere que él les encierre en la oficina y así se puede ir tranquilo con el dinero. A ellos ya les encontrará el jefe cuando llegue en aproximadamente una hora. El borracho-bolsero-cuchillero-atracador lo ve con buenos ojos (vidriosos, más bien) y les encierra en la oficina dispuesto a irse con el botín. Pero antes tiene una flamante idea, se le ocurre que quizá por la calle le reconozcan ¿?¿?¿?¿? (nadie estaba en su mente, qué le vamos a hacer. Cómo no le reconociera su madre, nadie, a día de hoy sabe quién iba a hacerlo).


Total, que no tiene bastante con volver a enfundarse la bolsa del Día (nunca cinco céntimos hicieron tanto servicio), si no que encima se coloca, atención-2, un casco de motorista... Ahora sí que le iban a reconocer, hasta el Tato le iba a reconocer. Seguro.


Pues salió tan campante, parece ser que silbando (algo imposible de comprobar, bolsa y casco a través; sólo se oían como ruiditos desde el interior de la bolsa). El viaje que se dio contra la puerta de la tienda hubiera valido mucho dinero en la tele. ¡Santo Dios, qué zambombazo se cascó! El lumbreras no veía a través, primero, de la bolsa llena de mierda que llevaba puesta, y segundo, a través de la visera del casco, que tenía más mierda aún que la bolsa de cinco céntimos.


Bueno, pues consiguió salir mientras Pokero Boy seguía llorando, Pokera Girl sabía que esa noche no la iban a meter más que el susto que se acababa de llevar, y la mujer mayor intentaba tranquilizar a los chavalines.


A los dos minutos llegó la policía (siempre dos minutos después, yo tengo un mosqueo con esto... me está empezando a parecer que no es casualidad) y desde el cristal de la oficina, los tres rehenes les avisaron. Los policías entraron a la tienda, forzaron la puerta de la habitacioncilla y les rescataron.


En ese instante, aparece en la tienda el atracador esposado por otros dos policías. Él decía que no entendía quién había dado el chivatazo si iba camuflado, no sabía qué había pasado... uno de los policías que iba con él nos dio la clave:


“Estando de patrulla nos encontramos a un hombre que, haciendo eses por la calle y llevando sobre la cabeza una bolsa del Día y sobre ella un casco donde ponía el nombre de una empresa de reparto de pizzas, iba pegándose unos leñazos de padre y muy señor mío contra todas y cada una de las farolas de la calle. El individuo, tras recuperarse de los guantazos, proseguía caminando en sentido contrario. Una vez se hubiera golpeado con otra farola, coche, columna, cubo de basura o edificio, variaba el sentido de su marcha nuevamente.


El fulano, además, intentaba, entre porrazo y porrazo, contar un fajo de billetes que tenía en el bolsillo y que se le iba cayendo por la calle a medida que avanzaba o que se golpeaba, y para hacer el recuento se ayudaba [Nota del autor: aún a día de hoy no me imagino cómo] de un cuchillo cuyas dimensiones eran desproporcionadas incluso si el gachó se proponía abrirse paso en el Amazonas.


Dadas las curiosas características del sujeto, procedimos a preguntarle que si iba todo bien y el por qué de ese disfraz, dado lo lejano de las fechas carnavalescas. Y el menda, nos susurra, a modo de secreto, que tiene a una gachí a puntito de caer, una jovencita que trabaja en la pizzería y a la cual se la va a hacer esa misma noche, invitándola con todo el dinero que lleva encima pero que –seguía con el tono de confidencialidad- ese dinero se lo había quitado a ella hacía un rato, así que mejor era no decirla nada a ella, que no se había percatado de su gran obra maestra. Esa noche pillaba. Por fin.”


Así fue cómo el policía le dijo que lo mejor era volver a la pizzería para ir a buscar a la chica y así cortejarla. El beodo lo vio como un plan magnífico así que les llevó mansamente hasta allí. El pobre ni se había dado cuenta de que ya estaba esposado.


¿Qué pasó con los protagonistas de esta historia para no dormir?. El chico no tardó mucho en pedir la baja en el trabajo debido a la crueldad de los compañeros recordándole la historia y su valentía innata. La chica no dejaba de sentir orgullo por la atracción que causaba (esto me fascina: atraía a un pokero bocazas y a un atracador borracho y subnormal, pero ella se quedó con que dos tíos la querían esa noche... Fascinante la mente humana y sus mecanismos de ¿razonamiento?). La mujer mayor no tardó en encontrar otro trabajo mejor pagado y más seguro.


Del Einstein de los robos no volvimos a saber nunca más; quién sabe si años después fue a algún Burguer King vestido de Ronald McDonald en busca de alguna hamburguesera de buen ver y mejor probar....






P.D:: Pokero: dícese del chavalín que, estando entre los 16-18 y 22-23 años (no todos, las cosas como son) tiene un complejo de superioridad inversamente proporcional a los motivos reales para creerse superior. De presunción, soberbia, insolencia, envanecimiento, orgullo, impertinencia, engreimiento, petulancia arrogancia y chulería desmedidas, no dejan de ser precisamente ineptos, incompetentes, improductivos, obtusos, negados e incapaces para según qué cosas (casi todas, también es verdad). Su comportamiento para con la sociedad es de una altanería que aún nadie ha demostrado en qué se basa, dado que la cultura, preparación, saber estar, buenos modales, respeto y formas protocolarias brillan por su ausencia.


El trato hacia las pokeras es la mayor manifestación del comportamiento anteriormente explicado, considerando a las mujeres como idóneas limpiadoras de su coche o las más perfectas sujetadoras de sus chaquetas cuando están con sus colegas de botellón. A veces, hasta las permiten que también vayan con los colegas de ellos, estos chavales son todo corazón. Ellas encuentran este comportamiento de lo más varonil y hasta excitante, y por tanto están complacidas con ser consideradas como meras muñecas hinchables con piercings labiales y enormes pulseras . Ellos, encantados. Ellas, más. En fin...


Con gorra de lado y el pecho-tabla al descubierto cada vez que tienen ocasión, te mirarán con desprecio siempre. Los pantalones cagados que ellos consideran que les quedan bien y las camisetas que dejan entrever sus espectaculares 45 kilos de peso de media no pueden faltar nunca. Su móvil con flamenkito a todo trapo en el autobús y para que todos los disfrutemos, tampoco.


No importa que no les hayas hecho nada, ellos ya te odian. Y aunque tienen el conocimiento justo para pasar el día, aunque para ellos la h nunca ha existido en el alfabeto español, ni Cervantes ha hecho nada digno de mención, ni lo anterior a su nacimiento es relevante, ellos saben, SABEN, que son superiores a ti. Y te lo harán saber siempre que les pique algo, ya sea insultándote porque sí, poniéndose en tu camino y no quitándose (esta actitud me encanta) o simple y llamante se reirán en tu cara. Tened cuidado, amigos, son peligrosos... si vas con ellos a Saber y Ganar, claro.


Quizá esa superioridad radique en que ellos sí son capaces de entender conversaciones llenas de emoticonos en el Messenger, o que para ellos un sms del tipo K ACMS STA NCH? KERS SBR L K S 1 OMBR D BERD,NNA? sí tiene sentido... O quién sabe, a lo mejor, por saber vida y milagros de los personajes de High School Musical ya valen más que los demás... (entonces muuuuuuucho más que yo sí que valen).


Son peligrosos si van en manad... en piara, porque solos no tienen ni media guantada. Solos, el atracador de la historia anterior, se los merienda. Con patatas. Coged a uno de ellos cuando vaya solo, ya veréis qué risa. Ahora bien, si van en rebaño, tened cuidado, que alguno termina grabando la paliza en el móvil...

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