viernes, 31 de octubre de 2008

TELE-GOTHAM

Hola, ¿qué tal?

El próximo viernes es el día de Halloween, día de disfraces, jocosos momentos (a pesar del motivo)y alegrías varias, así que qué mejor que esta semana para contar este capítulo que, como no, tuvo lugar en el pizzeril mundo... submundo sería más fiel a la realidad.

Érase que se era un sábado (¡oh, Dios, no puede ser!, ¿te pasó algo un sábado? ¡Qué cosas tiene la vida!). Ese sábado, además, pertenecía a Don Carnal por lo que, dada la naturaleza exhibicionista del ser humano, fue excusa más que válida para animarnos a ponernos en ridículo y vestirnos de lo que siempre quisimos ser y nunca nos atrevimos a decir. Quizá por eso yo iba disfrazado todos los días del año; de pringado, concretamente. Sí, ladies and gentleman, hay hombres que hubieran querido ser mujeres (de la calle en su mayoría, aún no me lo explico), otros se decantaban por superhéroes, los había que soñaban con ser famosos. Yo, según esa teoría, siempre había querido ser un pringado... [Qué suerte tenía, llevaba ya unos años cumpliendo mi sueño, día a día, no fuera que se me olvidase].

El caso es que aquel sábado se organizaron diversos actos para conmemorar tan festivaleras y populachas fiestas en una zona habilitada al efecto situada junto a la pizzería, así que la cantidad de clientes que hubo fue enorme, de hecho fue más de lo que podíamos tratar con unas condiciones mínimas de calidad. Esto lo digo yo; el dueño decía que todo aquel al que se le puede sacar el dinero era un cliente tratado con calidad. Cosas de jefes (así me iba a mí en la vida...). Según avanzaba la noche, la acumulación de gente en el local (y por extensión los nervios, las prisas, la falta de educación y la impaciencia) iban creciendo de forma exponencial.

Además, aquel sábado (siempre sábado) tuvimos la clientela más selecta del año: Batman, el ratoncito Pérez, Aladdin, Mickey Mouse, Piolín, el Correcaminos, alguna princesa encantada, no sé cuántos Beckhams, algunos guardias civiles, un par de forzudos de lucha libre, superhéroes diversos, Popeye, varios Bisbales y hasta un par de fulanas.

Iba tanto el cántaro a la fuente que al final parió la abuela, y es que a quien madruga que ciento volando... Todos los que estábamos allí, dándolo todo, teníamos la convicción de que el trabajo iba saliendo de manera más o menos aceptable a pesar de todo hasta que Batman nos hizo ver a todos que no. Su batpaciencia se acabó en el momento de que su pedido, el número 39, aún no había salido del horno mientras que sí lo habían hecho el 40, 41, 42 y 43. Dado que llevaba ya un batrato esperando y que los demás clientes comían con un ansia desagradable y sonriendo al tendido, el hombre murciélago estalló. Empezó a batcagarse en la perra maldiciendo a todo cristo y exigiendo su batpizza a la voz de ya.

Dado que la persona que en ese momento estaba atendiendo al público era una chica joven, nueva en el puesto, muy paradilla en su forma de ser, y muy bajita en el cuerpo, el bueno de Batman se la iba a batmerendar aderezándola con unas hojitas de lechuga y quizá alguna rodaja de tomate, según tuviera el apetito. Así que un servidor, como buen tonto por naturaleza y educado por aprendizaje salí en auxilio de la pobre futura cena de Batman.

[Aviso a navegantes: si alguna vez tenéis a Batman enfrente, mosqueado y hambriento, ya puede ser Liv Tyler la que esté en peligro (que con lo malas que son, encima luego no os lo va a agradecer como se debería): pasad de largo silbando alguna canción de los Chichos y mirando a otro lado, o en su defecto haciendo que leéis –cabeza agachada- algún sms del móvil, silbando siempre].

Recordemos : tonto+educado= Rober (= problemitas problemones). Se cagó la perra.

En un principio intenté emplear modales adecuados a una relación empleado-cliente. Agua. Luego intenté calmarle diciéndole que no nos faltara al respeto a ninguno de los que allí estábamos trabajando, y que si no estaba a gusto con nosotros, eran muchas las pizzerías a las que podría acudir. Agua. El chavalote empezó a faltarme al respeto, y luego al resto de compañeros: que si tu pizza es pequeña, que si no cumples con los tiempos esperados, que si hay otros que tienen más pizzas gordas que la tuya, que si la pizzería de enfrente sí que tenía un buen chorizo y no el de aquí....

La perra no se estaba cagando, se estaba yendo por las patas ya. Artillería pesada: pues tú eres un superhéroe de mentira porque Superman vuela y Spiderman trepa, pero tú... ¿tú qué? Tú te limitas a fundirte la pasta en cachivaches, sin más. Así que cuidadito porque esta semana el Euromillón tiene bote; como me toque yo también seré Batman.... Tocado.

No sé qué de mi madre y la batporra me dijo el truhán. He aquí una estrategia para cuando queráis sacar a alguien de sus casillas mientras vocifera cosas ininteligibles: le miras fijamente, sonríes y muy, muy despacio te pones los auriculares del mp3 y también muy, muy despacito –siempre sonriendo- le empiezas a cantar cualquier canción de Andy y Lucas, acompañándolo con silbidos rítmicos las partes instrumentales. O te mata o te asesina; eso no puedo predecirlo, adivino no soy. Sólo tonto y educado.

Así que estaba Batman a punto de batestallar cuando aparece, en segundo plano, atención, ....chánan chánan... con todos Ustedes.... ¡¡Supermaaaan!!. Aparece Superman pidiéndole con toda la educación que recibió en Krypton que por favor se calme.

Batman se gira, lentamente, muy lentamente, con la mayor mirada de odio que jamás he visto (y he de decir que los sábados a eso de las 6 de la mañana, cubata en mano y menopea en cuerpo me he llevado una colección de ellas muy digna de tener en cuenta), y con una sonrisa que hubiera asustado al mismísimo Jason, el hombre murciélago mira al volador y las palabras que se oyó en aquel momento, de la pura brutalidad, de tanta violencia como llevaban, dejó sordos de por vida a cuantos las escucharon. Afortunadamente yo seguía tarareando “... tanto la quería, tanto que yo....”. Este Lucas.... ¡qué salao! (es que Andy es más paradillo pero también es majete, que conste).

Debe ser que Batman había quedado o algo porque en España no se concibe una pelea sin los patéticos previos empujones flojeras y los “¿qué quieres?, ¿qué te reviente?”. Él los obvió y pasó al puñetazo (si a mí me tocaba el Euromillón me compraría el batmóvil, sí, pero esas bathostias de momento no las iba a dar). Superman, al suelo del tirón. También debería llevar prisa porque todos sabemos que hasta que uno de los dos contendientes no cae no empieza la pelea propiamente dicha. Y éste ya estaba rodando por el terrazo, también tendría ciudades pendientes de salvar.

Así que allí se montó la marimorena. Resulta que tanto uno como otro venían con sus respectivas familias, que iban vestidos a juego con el padre de familia (el espectáculo era, directamente, cochambroso -en la peor de las acepciones, además-).

Según se levantó Superman, por si alguien no lo sabía aún, se dieron todos los elementos que identificaban aquélla como una pelea española: a) el resto del personal allí presentes, familias incluidas, se retiran dejando el espacio necesario para que se revienten a hostias, b) el caído, al levantarse, suelta una frase del estilo “chavalote, chavalote, ahora sí que la has cagado”, c) el que ha soltado el mamporrazo entra al trapo, al trapo entero, con un “¿sí?, pues ya se lo comento a tu madre cuando la vea esta noche a ver qué me dice....oh, no, que ella no va a poder hablar...” y d) todos los que formábamos el punto a) metimos mierda con frases del estilo “al lorooooooooo; eso a mí no me lo diceeeeee”.

Pues sí, se dieron de lo lindo. Puñetazos, por descontado, empujones contra la pared y posteriores caricias con el envés, también. La pelea duró un único asalto, lo que tardó Batman en pintarle la cara al Christopher Reeve torrejonero. Le dejó para un cuadro al pobre. La pelea incluyó una silla voladora que Batman estuvo a punto de recibir en plena cara pero que evitó con un ágil movimiento, una encargada que acabó desmayada y desangrada cuando intentó separarles y que se llevó un golpe en la cabeza como respuesta, unos niños que se llevaron varios codazos por pura mala suerte y unos trabajadores que, entre acongojados y curiosos, dejaron de ser máquinas de hacer pizzas para ser espectadores de lujo y que por tanto dejaron a media ciudad sin cenar, en sus casas y en el local. Así nuestros clientes mantendrían el tipito. Fue por ellos. Qué majos somos, oye.

El caso es que alguien había llamado a la policía local una vez que veíamos que perdíamos al superhéroe por excelencia. Aquí llegó el colmo de los despropósitos: yo no tengo nada en contra de las mujeres, ni de las bajitas (de hecho, creo que son todas las bajitas en general, y las mujeres en particular las que tienen algo en mi contra, pero esto ya lo explicaremos....) pero el hecho de que para una pelea de dos tíos hechos y derechos, y con una mal yogur de flipar manden a dos agentes femeninos de 1.55m. no sé, no soy ingeniero, pero para mí que no. Le veo lagunas.

Así pasó. Llegaron ambas a la puerta de la pizzería y vieron las hondonadas de hostias que dentro se repartían. ¿Qué hicieron nuestras amigas?:
a)Se quedaron fuera, temerosas de entrar.
b)Entraron disparando a todo cuanto ser vivo se encontraba dentro y dejaron aquello más despejado que la frente del calvo de Telecinco.
c)Sí.
d)110 km/h. en autopista; 50 km/h. en ciudad.
e)Entraron valerosamente y con un movimiento inteligente y habilidoso llegaron a reducir a ambos hombres que...bueh, no termino, que ni yo me lo estaba creyendo.

Pues sí, la respuesta correcta es la a). Les faltaba una bolsa de pipas a las agentes de la autoridad. Esperaron a que Batman se despachara a gusto con su contrincante de cómics (y ahora de peleas reales) y una vez que el de Krypton salió escaldado, ensangrentado, cojeando y medio mareado, llevando tras de sí a su súper familia, esas dos aguerridas policías entraron en el local voz en grito: “Vamos, quieto todo el mundo”. No le hicieron caso ni los niños pequeños que allí estaban (y que dado como eran ellas, eran casi igual de altos que las pobres agentes).

Cuando todo el mundo pensaba que al menos iban a detener al salvador de Gotham, llegó éste, las miró y las preguntó a ambas qué estaban mirando. Ellas, por el poder que les había otorgado el Estado le contestaron “anda, anda, tira, no sea que al final nos cabrees...”.

Había que joderse. Sí que eran duras... A lo mejor había que descuartizar al Capitán América y meter los trozos en las pizzas para que esas fieras se cabreasen, ¿no te jode?.




P.D.: A mí lo que me cabrea de esta historia es que a ellas les pagamos todos nosotros, Superman incluido.

2 comentarios:

Julio Torres dijo...

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Un saludo, y lo dicho, suerte en los 20 Blogs.

caye dijo...

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Saludos y caricaturas
Caye
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