lunes, 6 de octubre de 2008

EL SOBRESUELDO

La siguiente tontería también le pasó al menda lerenda. Morir, no vine a morir pero faltó poco, poquito, poco, la verdad (y todo por hacer el bien... No somos nadie).

Esto ocurrió en lo que podríamos llamar mi niñez pizzeril, de ahí que casi muriera en casa ajena. Yo fui a llevar un pedido corriente y moliente, no tenía ningún tipo de complicación (aparente). Era un sábado por la noche, había partido de fútbol en la televisión. Llegué al portal, me abrieron de lo más normal y arriba, en la puerta de la casa, también.

El caso es que me sale una mujer abrigadísima con un camisón medio transparente de color gris marengo (el color es lo de menos, no hay por qué recordarlo) que me dice que su marido ha bajado un momento a por tabaco y a sacar dinero al cajero para poder pagar la pizza, que en ese momento no me podía pagar. Procedo a informar de cómo se actúa en situaciones normales ante tal situación. Puede ocurrir que el cliente sea de fiar; a esa categoría pueden llegar si han hecho muchos pedidos anteriormente y sabemos que son clientes habituales o bien mediante una amenaza convincente usando a sus hijos o algún pariente cercano de víctima potencial. En este caso, se le deja la comida y un rato después se procede a pasar a ser pagados, sin problemas. En el caso de que el cliente levantase sospechas de algún tipo, por ejemplo que el suelo esté lleno de jeringuillas, uno de los inquilinos sangrando quitándose una navaja clavada en un brazo o una cabra paseando por el piso (estas tres cosas las he vivido, palabra) o cualquier tontería similar, se puede uno llevar la pizza de vuelta o bien bajar con el cliente a algún cajero, que te pague en vivo y en directo y listo Calisto.

Todo esto, comentamos que en situaciones normales. Pero para eso, lo primero es que el repartidor fuese medio (sólo medio sería bastante) normal. No era el caso. Estamos hablando de un pipiolo al cual su madre le había educado con la idea de que hablar con alguien extraño era sinónimo de una futura violación y tan sólo la idea de ir a Madrid o a cualquier sitio alejado de nuestras cabritas y ovejitas era un suicidio en toda regla.

Bueno, regresemos a 1998 (que es cuando ocurrió esto; ¡¡madre mía la edad que voy teniendo ya!!). Total, que me dice la mujer que no tiene ni un duro (¡ay, la peseta!....) y que su marido se había bajado hacía rato ya. [Nota del autor: retrotrayámonos a 1998: sólo tenían móvil Bill Gates, Rupert Murdoch y el típico flipado que había en cada barrio que se dejaba el sueldo en el móvil último modelo (que por entonces venían a pesar como una bombona de butano; vacía, eso sí) para presumir ante los amigotes; no era el caso, este hombre no era de esos]. Total, que no había forma de localizar al evadido. Nos encontrábamos allí, frente a frente, la mujer y yo sin saber qué hacer (esto me suele pasar cada vez que estoy frente a frente a una mujer...). Era la primera vez que nos pasaba algo así, por lo que no sabíamos cómo actuar.

A esto el niño (ay, en qué hora Señor, en qué hora....) dice que él tiene mucha hambre (es que la pizza olía que telita, ni oliendo a Elsa Pataki tiene uno esos impulsos); así que dice el diablo de criatura que por qué no dejo la pizza allí, esperamos a papi y ya está.

Tiene bemoles que un metro de ser humano tenga más iniciativa que una mujer que habrá tenido que bregar en la vida con sabe Dios qué y un repartidor hecho y derecho que... bueno, con un repartidor que conoció a Antonio Sihi.

Pues allí estábamos de cuadro. La madre, que no tendría más de 25-26 años, en camisón y nada más (por favor, sin preguntas), un niño devorando la pizza a un ritmo que el padre iba a llegar justo para bajar la caja a la basura, una niña en esa edad en que yo no sé si aún son bebés o ya son niños y el repartidor que... el rapartidor amigo de Antonio Sihi.

Si no me tragué la primera parte del partido, no me tragué nada (nooooooo, no me tragué nada; ella tampoco, que ya lo veo venir....); ¡¡45 minutos que llevaba el primo sacando dinero!!. Quizá es que ya estaba sacando para todos los pedidos de pizza de su vida, porque aquello no era ni medio normal. También sopesé la posibilidad de que estuviese ya sacando el dinero en euros, y dado que aún ni se habían imprimido los primeros billetes (que por cierto, eran en ecus, ¿alguien se acuerda?), pues de ahí la dificultad de que el cajero quizá pudiera ser que a lo mejor quién sabe si por alguna extraña circunstancia se diera la diatriba de que no se lo diera.

La mujer estaba avergonzadísima, el niño, infladísimo, y yo, de naturaleza calurosa me encontraba ataviado con un pijama sobre el cual iban vaqueros y dos sudaderas, una camiseta de lana y la chaqueta corporativa (el trsite suceso ocurrió en pleno Diciembre). Como la familia de marras tenía la calefacción a unos 30-32º de un momento a otro iba a dejar de oler a pizza barbacoa allí... allí y en todo el bloque, porque yo estaba ya debatiéndome entre la bajada de tensión y la lipotimia.

A eso de la media hora me dice ella, Rosa (sin preguntiiiiiiitas), que si tengo calor que me quite algo “mientras”. La palabra “mientras” aparecía en cada frase. Nadie quería sopesar la posibilidad de que él, Julio (no comment), se hubiera ido a por tabaco como esos de la tele que se fueron a por tabaco en 1978... Ya me veía yo adoptando a Glotón y Babas (el nombre de los niños no tenía por qué surgir en la conversación). No me disgustaba la idea pero por Rosa más que nada, porque los otros dos, viendo el gasto que implicaban, me iban a hacer echar más horas en la pizzería de las que ya echaba (lo cual, por cierto, si se enteraban los sindicatos me hubiera granjeado la inmediata obtención de la Medalla del Trabajo y el Pringue Máximo).

Acaba la primera parte del partido (yo había llegado al empezar el partido) y ya estaba sin la chaqueta de la pizzería y sin una de las sudaderas y planteándome muuuuuuuuy seriamente que debía pasar al baño a quitarme el pantalón del pijama... “mientras”.

La lipotimia iba ganándole la batalla a la bajada de tensión.

Ya no sabía de qué hablar con Rosa (sí, a estas alturas, tras casi una hora, ella en camisón y yo aún estaba en la fase de conversación... qué le vamos a hacer, siempre he sido de los ligones lentos). Glotón se había agenciado la pizza familiar entera salvo la porción que había comido la madre y otra que le habían guardado al maquinón de los cajeros. Yo había rechazado comerme ninguna a petición de la madre por vergüenza más que por ganas de llevarme algo a la boca “mientras” llegaba la lipotimia.

Nos plantamos en el descanso del partido; yo ya estaba sentadito en el sofá (las 23 primeras ofertas de sentarme las rechacé pero llegóun momento en que pensé en mis pobres varices), y Glotón estaba haciendo ecuaciones de primer grado de dificultad salvaje tipo 3x=6 donde el pobre, ante tanta maldad matemática, encontraba imposible hallar x. Pues no se le ocurre otra cosa al colega que decirme que si sé de ecuaciones. Y lo peor, no se me ocurre otra cosa a mí que decir que sí.

Rosa, que también me iba viendo ya con otros ojos y con el mismo camisón, me dice que tengo cara de ser buen porfesor (aquí tuve el momento desvarío donde le iba a enseñar (y nunca mejor dicho) de todo, pero ay qué listas son las mujeres que rápidamente me concretó que se refería a ........ (es que no puedo acordarme del nombre del Devorador) y a las ecuaciones. Me insinuó, ay qué tontos somos los hombres camisón mediante, que le enseñara algo a la pobre criatura...

Pues dicho y hecho. A los 5 minutos allí estaba yo, EN LA HABITACIÓN DEL CRÍO, poniéndole ejercicios... mientras. Ya me había despojado de la ropa que no era necesaria, me había pedido un vaso de agua y estaba vacilando a un niño que no conocía de nada pero que tenía toda la pinta de ser a quien tendría que educar los próximos 20 años.

Recuerdo que hubo un penalty en el minuto 80 de partido. Y yo allí. Llevaba cerca de hora y media en una casa ajena y en lugar de echar lo que echaría cualqueir hombre durante una hora y media (si el hombre es español ya hubiera tenido tiempo de echar 9 ó 10), a mí me daba la sensación de haber echado una solicitud de adopción en toda regla, pero en este caso venía con mamá, nene, nena y casa amueblada.

Y en estas que llegó el Genio de los Cajeros, la Máquina de los Bancos, el Bill Gates de los Billetes. Antes de decir nada de él, por favor, pongámonos en su lugar: llega a casa y se encuentra a su mujer medio desnuda, la niña babeando en la alfombra (bueno, para mí que esto ya se lo esperaba) y al fondo, en la habitación de su hijo (venga, vale, supongamos que era su hijo....) hay un tío completamente desconocido, de su misma edad más o menos, poniéndole ejercicios al chaval. Hombre, soy yo el que entra y primero mato y luego saludo. Recordemos que a mí nadie me identificaba como repartidor de pizzas.... es que bien pensado, es para mosquearse y bien mosqueado.

La cosa es que actuó como actuamos todos en una de éstas: era tal la incredulidad, tal la desfachatez que se despachaba en su casa que no lo podía creer: salió al descansillo a ver que no se había equivocado de casa. Estaban su mujer, su hija, su hijo, sus muebles, pero era tan surrealista aquello que su propia cabeza no lo aceptaba. Amigos, lo entendí perfectamente.

Lo entendí tan perfectamente como que mi primera reacción fue salir despavorido, me ha pillado. Corramos, escondámonos en el armario, saltemos al balcón. Tu marido llegó. Joder, si lo piensas fríamente, yo no había hecho nada mal, pero daba igual. Lo tienes todo en regla pero la Guardia Civil te da el alto y los temblores te delatan. Aquí me habían delatado las puñeteras ecuaciones.

El hombre vuelve a entrar, despacio, cauteloso, seguro que miro y ahora no hay ningún tío con mi hijo... ¡¡pero sí!!. Allí estábamos terminando una ecuación... ¡¡con fracciones!! (es curiosa la mierda de información que guardamos). El hombre, ante el amante de su mujer, sólo puede decir un “¿Hola?”. Claro, la pobre Rosa (ay, Rosa Rosae...) se levanta, conocedora de que el marido la va a liar parda, de que la perra se va a cagar de un momento a otro y le dice: “Cariño...”.

Claro, el cariño que no está acostumbrado a ser tratado así, cree que hay gato encerrado y sí, se lió parda. Bueno, hasta Babas se le cortaron las ídem de los gritos de su padre. ¡¡Ahí sí vi a un hombre!!. Se cagó en todo lo que se movía y en alguna que otra cosa que también estaba parada. No nos dio opción a hablar. Como no teníamos bastante con tener a Belcebú en el salón profiriendo cosas que sólo de oirlas ya dolían, va mi Rosita y le suelta a su maridito así, sin anestesia : “Cariño, págale a Rober para que se pueda ir”.

Yo aquí pediría unos minutos (¿días?) de reflexión. ¿Qué harías tú si te ves en esas?. Vale, vienes del bar con los amigotes y todo lo que tú quieras. Pero es que la Otra (a Rosa, Otra, con mayúsculas, opr favor) ha estado en el salón con un desconocido dando tralla con los churumbeles delante. ¡¡Y el tío tenía que ser tan bueno que a ella se le había ocurrido que le enseñara también al crío!! (a cada uno en lo suyo, claro).

Recuerdo que la Bestia me miraba con una expresión rara entre odio y curiosidad. Quizá quisiera saber qué ocultaba bajo esas gafas atemorizadas y esas sudadera de Barcelona'92 [Nota del autor 2: es que la sudadera de abajo no estaba destinada a ver la luz en ningún momento; así que gracias que no era una de PANTOJA TOUR o similares].

He de decir que si ese hombre no intentó agredirme ...mientras fue porque me dio tiempo a sacar la ropa de la pizzería, el casco, al gorra, la bolsa térmica y Rosa que me entendió a la perfección (qué pareja hacíamos, por Dios) hizo lo propio simultáneamente con la caja de la pizza. Ahí tuvimos un pequeño margen donde pudimos explicar todo y que, por supuesto, acabó en ataque frontal hacia su persona por olvidarse de volver pronto con el dinero.

Dado el alcohol que el hombre había ingerido, que había hecho el ridículo y que Rosa de mi Corazón le había dicho que lo único que iba a mojar en los dos meses siguientes eran las magdalenas en el café, el maridín acabó pidiéndome excusas, dándome una propina de no te menees y metiendo el rabo entre las piernas (esto último se puede asociar con la amenaza de Rosa, si se prefiere).

Al llegar a la tienda, hora y media después de partir (sí, se puede decir que en lugar de irme, partí dada la tardanza), la bronca fue de órdago (estuve fuera justo el tiempo que duraba el partido) y cuando expliqué qué me había pasado decidieron no sancionarme por la maravillosa imaginación que desbordaba (lo juro por las galletas de Tosta Rica con forma de dinosaurio).

Aún hoy, algún día veo pasear a Rosa con Babas y el marido (el cual no recuerdo así, quizá aquello costara romper una familia...); sé que ella me recuerda tanto como yo a ella; siempre que nos cruzamos me sonríe y agacha la cabeza. Nunca me he atrevido a saludarla, con una familia que destrocé he tenido bastante (mi familia también la destrocé al nacer, pero ellos se lo buscaron así que no cuenta; con premeditación no cuenta). Glotón se ha hecho pokero y por supuesto que no se acuerda de mí, pero si hoy es lo que es (tripitidor de 2º Bachiller) es gracias a que un día, un repartidor de pizzas se jugó el tipo por enseñarle que 2x=2 no es igual a x.

Y todo esto por 500 ptas./hora (ay , la peseta...)

3 comentarios:

Katrina Mandarina dijo...

Jolines, en las dos últimas entradas que he leido han salido mujeres semidesnudas xDDD ya podrías haberle echao un poco de labia (si fueran hombres musculosos semidesnudos yo lo hubiera hecho).

Qué asco de universidad =(. Me alegro de que seas mi nuevo acólito xDDD
Au revoir, partícula de plancton!

Nai dijo...

Bueno por lo menos saliste entero porque he visto peligrar tu integridad muy seriamente.

Un saludo

Martha dijo...

Jajajaja! Que bueno! Supongo que en aquel momento (bueno...en aquella hora y mediaaaaa!) lo último que te entró a ti eran ganas de reír...pero algo así es para que acto seguido, en vez de a la pizzería te hubieras largado a todo gas con la vespino a una productora para venderles el mejor guión de comedia que había caído en sus manos! Juas!

Buenísima la anécdota, en serio!

Voy a seguir leyendo por aquí! Que nunca están de más unas risas mañaneras! Jeje!

Y, por supuesto...¡Volveré! (No te lo tomes como una amenaza, eh! Que tampoco soy tan mala! :P)