lunes, 29 de septiembre de 2008

DON ALFREDO

Buenos días/tardes/noches/madrugadas/resacas(que nunca se sabe el estado de cada cual):

Esta historia le pasó al menda lerenda, así que Antonio Sihi tiene lo suyo, pero yo tampoco me quedo sin mi medalla (el oro es inalcanzable, lo sabemos).

Este desconcertante suceso ocurrió un sábado a eso de las 16.00-17.00 horas. Sólo recuerdo (preferiría olvidar todo lo relativo a este capítulo) que era uno de esos días en los que el cartel de la pizzería y yo rivalizábamos por ver quién echaba más horas allí.... Entré a las 12,00 de la mañana y cerraba (a eso de las 2,00-2,30 de la noche). Aquel día me iba a “forrar”, lo cual en términos pizzeros es mejor no pasarlo a euros....

Total, que yo estaba comiendo; es decir, la hora en que cualquiera se está echando una siesta... excepto dos ¿personas?, que en ese momento no era una siesta precisamente lo que estaban echando.

Total, que llevo esas dos pizzas familiares a la calle Cristo (esto sería una señal del destino porque estuve mentando al Salvador todo el tiempo...).

El Rober que llega al portal, lo ve abierto y para dentro Romerales. Subo (era un 1º -joder, cuántas cosas recuerdo de esto, Dios-); me planto frente a la letra correspondiente y veo que es una puerta amarilla (blanco carcomido, más bien) más antigua que las aceitunas de la pizza y que en la parte superior izquierda, cruzado, hay un lazo rojo a modo de paquete regalo (esta expresión adquiere su sentido al final de la historia).

Con más desconfianza que miedo, y más miedo que vergüenza, llamo al timbre. Nada. Silencio sepulcral. Estamos en la hora de la siesta y no sería la primera vez que le jodo a alguien que iba a joder con Sofía Loren, Monica Bellucci o Angelina Jolie en ese momento... Dudo de si me habré equivocado, pero los datos del albarán coinciden con la dirección (¡qué destreza la mía que he sido capaz de ir al sitio correcto!) y además sabía que a esa dirección era relativamente común llevar pizzas.

Segundo intento. Ding, dong. ................... Acerco la oreja para oir cualquier vestigio de vida (de cualquier especie) dentro, ya sea la televisión, radio, alguien hablando, una cadena del wáter,... y sí, algo hay. Se oyen, casi imperceptibles, unos pseudogruñidos indescifrables que, sinceramente, no sabía a qué asociarlos... (¿violación de una oveja?, ¿uoija con algún homo erectus de la familia?, ¿vida inteligente más allá de Andrómeda?,...). Afortunadamente para vosotros, amigos (no para mí), los medio rebuznos emitidos fueron subiendo de decibelios hasta que ya pude descifrar de qué se trataban: era una mujer (o el Duque sin ayuda del foniatra ése que le hace poner voz de cazayero) que estaba tocando el Cielo con las manos, pies, el culo, pero me da a mí que sobre todo con otra parte del cuerpo...

El volumen fue subiendo poco a poco, lento pero seguro. Eran unos gemidos constantes con algún punto súbito de subida enorme... y volvían los gemidos constantes hasta el siguiente “puntazo”; cada vez se oían más y más claramente. Pero aquello se le fue de las manos (o de donde fuera); ¡¡la madre que me parió los chillidos que daba!!. ¡¡Se iba a quedar afónica la colega!!.¡¡ Joooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooder!!. No sé a quién tendría encima-debajo-izquierda-derecha-enelcentro-padentro pero el caso es que la tía lo estaba flipando en colores (y por extensión sus vecinos de descansillo y un pobre pizzero que sólo quería acabarse la comida que había dejado a medias...).

Uno, que es de naturaleza educada supo leer la situación. Me senté en el suelo, recostado en la puerta amarillo-nicotina y esperé que la afortunada acabara de dar gracias a Dios por cruzarse en la vida con un toro o un caballo (no era para menos lo que debía tener allí...); ¡¡pero si es que con esos decibelios se iba a cargar los espejos del cuarto!! Porque ésa es otra; preferí pensar que estaban al lado de la puerta, porque como encima estuvieran en la otra punta del piso, ese tío no era de este planeta (y ella, por no morir de placer, tampoco).

Bueno, pues así quedaba la escena: una pareja (bueno, quizá fuera más de uno a la vez, lo cual explicaría la ración de placer que se despachaba en aquella casa) disfrutando de la vida mientras un servidor (en el más amplio sentido de la palabra) les llevaba la comida a casita. El pobre servidor, sentado en el rellano, bolsa térmica con pizzas, alitas, coca-colas y patatas en mano (hay que joderse que cuando uno quiere olvidar recuerda hasta el tiempo que hacía), pensando que por qué no hizo caso a su madre cuando le dijo que se buscara un trabajo serio.

No, él no. Él tuvo que salir pizzero. Flexibilidad de horario, defendía yo ...(esclavitud sin horarios, más bien). Dinero rápido... (y tan rápido, con lo poco que era no se tardaba en reunir). Compañeros de la misma edad le decía yo a mi madre (lo que no le explicaba de qué cárceles iban saliendo). Otras veces salía con que era un trabajo nada rutinario (he salido listo de cojones: a ver en qué trabajo tienes que oir a dos zumbando mientras tienes su comida en la mano (bueno, al menos la de él... de la de ella prefiero no hablar, por favor)).

Total, que fueron unos 15-20 minutos en los que me replanteé mi ¿profesión?, mi vida en el presente (también en el futuro). Tampoco vi mal empezar de inmediato unas oposiciones a policía bombero, agente judicial, o de instituciones penitenciarias. Lo que fuera, pero ya mismo. Bueno, mejor al día siguiente, que ese sábado tenía un pique abierto con el cartel de la tienda...

20 minutos, 100 cohetes y sabe Dios cuántos gemidos después se hace el silencio; el más abismal de los silencios... ¿La habría matado?, ¿habría muerto él quizá por el esfuerzo descomunal?. Probablemente se trataría sólo de la calma tras la batalla; en este caso había habido guerra de la buena, así que siguiendo la cortesía y educación aprendidas conté unos minutos más hasta que decidiera llamar y hacerles ver que existía una vida de dolor y penas más allá del Nirvana. Lo justo para levar anclas, replegar velas, dirigir el timón a puerto seguro y fumarse el cigarrito.

Pasan los intempestivos minutillos del después y yo que llamo, tímida pero sobre todo vergonzosamente; joder, qué hombre hay ahí y yo aquí, vestido como una boya pero con gorra y todo, ¡y encima abajo tengo una moto con la que voy a juego!. Ahora sí se siente vida inteligente dentro de la casa, y tras el “Un momento” de cuartelillo para ponerse el tanga propio o ajeno, que ya lo mismo da, me abren la puerta.

Señores, ¿están Ustedes sentados?........¿Ya sí?. Me abre la puerta una mujer rubia, de 1,85m.de altura (más o menos, nunca acabé de recorrerla del todo), cabello liso pero ligeramente ondulado, propio del fragor de la batalla, que le llega hasta la cintura. De un azul turquesa y mirada tierna y transparente, destellaban unos ojos morbosamente rasgados que le daban el toque exótico que te invita a conocer países y culturas que ni siquera sabes si existen pero de donde ella salió, seguro. El cuerpo tuvo que ser tallado con cinceles de mármol y oro en la Fragua de los Deseos; sencillamente perfecto. No tenía nada de más (aunque a una mujer siempre se le puede pedir que tenga más de tal o cual (más bien de tal siempre), a ella no me atrevería pedirle ni la hora) ni de menos. La blusa que colgaba de ella sólo servía para ir a juego con el alma blanca y pura (virginal ya no) que seguro que tenía, porque tapar, no tapaba ni su vergüenza ni mi pudor por ellas. Hasta eso era deliciosamente angelical, le daba el levísimo toque de mortalidad para saber que no era un sueño y que yo era tan cutre de soñarme vestido de pizzero. Aquel encuentro duró qué se yo, ¿tres?, ¿cuatro? vidas completas con sus reencarnaciones correspondientes en las cuales apenas se movió pero la ligereza que mostraba tan irreal, tan fantástica, que hizo que todos los que estábamos frente a ella (yo estaba representando al género masculino al completo, Jesús Vázquez, Jesús Mariñas, Grande-Marlaska y Zerolo incluidos) no la miráramos, la admiráramos. El modo en que su cadera derecha se insinuaba tras la puerta amarillo-caries mientras ella se apoyaba en la parte superior de la puerta mejor no voy a describirlo. Y la sonrisa que me dedicó mejor no voy a recordarla más.

Sé que cuando me vaya a morir no se me pasarán imágenes de mi vida por la mente; se limitará a su “Un momentito, por favor” que me dedicó a mí.¡¡A MÍII!!, ¡¡ME LO DIJO A MÍ!!. Y así, como vino, en un susurro; se alejó flotando con aquel camisón que se habrá subastado en Sotheby´s... desapareció. Para siempre se fue... y para siempre se quedó.

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Si, ladies and gentlemen, por la puerta grande, ¡¡POR LA PUERTA GRANDE!! está a punto de hacer la aparición estelar El Tigre de Bengala, El Mihura de todos los tiempos, Rocinante con un cacharro importante, Lorenzo Lamas el Rey de las Camas, Alessandro Melenas el Terror de las Nenas, Jean Pierre Montoya, el de la Enorme P.... El momento era tan grande, tan sumamente grande, que casi podría llegar a ser la mitad de inolvidable, la décima parte de emotivo y la centésima millonésima de mítico que el que acababa de presenciar con la Diosa (y llamándola Diosa la estoy llegando a la uña sin cortar del dedo meñique del pie izquierdo).

Señoritas, ¿están Ustedes sentados?........¿Ya sí?. Está a punto de abrirme la puerta la mezcla de hombre resultante de lo mejor de El Duque, el cuerpo de Jesús Vázquez, la excentricidad de Johny Depp, la elegancia de George Clooeny, la atracción de Hugo Silva, el atractivo de Brad Pitt, la flexibilidad de Nacho Duato, la masculinidad de Javier Bardem y la inteligencia de Woody Allen (sólo la inteligencia).

La imagen que apareció ante mí, y la correspondiente asociación de ideas, hizo que se me olvidara el momento que había vivido segundos antes: un hombre de 1,60 m. (bueno, quítemosle algún centímetro por las pantuflas grises roídas y despeluchadas que gastaba); calvo de mala manera (es decir, con el pelo hasta la mitad de la cabeza, ni siquiera era un calvo completo; ataviado con un slip azulito cielo del modelito elefante (el que marca la trompa). Tenía el pecho repleto de esos pelos rizados y largos que tan poca higiénica imagen dan; juro por lo más sagrado de la Tierra (el Real Madrid, Rafael Nadal, las jarras heladas de cervezas con limón o lo que cada uno venere) que las pupilas de sus ojos tenían el mismo ángulo que los de Fernando Trueba: era capaz de verme a la vez a mí y a la rubia, a la cual se la intuía levitando en el salón. La barriga cervecera que portaba dejaba ver que el hombre debía ir muy bien dotado porque en un cara a cara con una mujer no llegaría nunca a ningún sitio en condiciones normales. ¿Peludo? Ojalá sólo fuera peludo, ni los hombros estaban al descubierto (supongo que la espalda también la tenía abrigadita, afortunadamente siempre me quedará la duda...). En una pose desafiante con las patas (sí, las patas) abiertas me miró fijamente, con la media sonrisa de quien se cree superior (Santo Dios, éste me vio y se veía superior.... Lo triste es que recordando las aullidos de ella que acababa de oir, ¡¡yo también le veía el puntito superior!!).

Bajando la mirada le saludé con un escueto “Buenas tardes” a lo que él me respondió en una demostración de estudios, preparación, seminarios, charlas, simposios, coloquios y exposiciones varias con un “Hey” (bueno, seguro que él lo habría escrito “eeeeeeeeeeeeeei” en el mejor de los casos). En una mezcla de decepción, humillación, desesperación, ruindad moral y ganas de suicidio le entregué la comida, él me pagó con un billete demasiado grande (no recuerdo cuál, bastante tengo ya con acordarme de todo esto) ante lo cual le dije que no llevaba suficiente cambio y que debería haberlo avisado por teléfono al hacer el pedido.

Me miró fijamente a la altura del cuello (más no le llegaba la vista, lo cual me hacía plantearme cómo cojones se lo habría montado con el ser de las Hadas que seguía flotando por la casa....) y me soltó un “Cí, shiquetete (¡¡CHIQUETETE!! ¡¡CABRONAZO, SI TE METO PUEDO METER EN EL CAJÓN DE LA MOTO COMO ME TOQUES MUCHO LA PIZZA!!), taba yo en ese momento pa pensá en los dineros”. (cómo le odio, cómo le odiooooooooooooo). Así que el remate es que me suelta: “Bueno, pues cóbrate el doble del precio y en una horita más o menos me vuelves a traer lo mismo que ahora, que hoy el sábado promete” (la frase es adaptación mía al español tras usar el diccionario garrulo-español, español-garrulo que tuve que comprarme porque obviamente una frase con sujeto, predicado y complementos era para él tan impensable como para Iker Jiménez la vida sin los extraterrestres violándonos y embarazándonos todos los días a todas horas).

Sí, señoras y señores, Alfredo Landa no tuvo bastante con echar uno con aquella MUJER e irse corriendo a dar las gracias a la Virden de los Milagros, Lourdes, a Fátima, al Monte Sinaí y al portal de Belén!!!! Iba otra vez al lío....Yo, mientras estaría montado en la motoburra ésa que me iba a dejar tirado en cualquier momento; pero eso sí, estaría llevando la felicidad a todas las casas, lo cual es mucho mejor plan, naturalmente. ¿¿Hay algo mejor que la sonrisa de un niño?? ¡¡¡DIOOOOOOOS, CÓMO LE ODIOOOOOOOOO!!!







P.D.: Sí, les llevé la pizza otra vez al rato largo (recuerdo que tardé bastante más de la hora; yo con humillarme una vez al día tengo de sobra, no quería volver a estar a 5 metros del Toro Sexual aquél en pleno ataque.); esta vez me abrió él, me recogió las pizzas y aquí ya fue lo que provocó mi decisión firme de ingerir cuanta pastilla encontrara a mi paso y morir de una vez por todas; me dijo :”Shavá, ¿azta ke ora traeis oi las pichas a las casas?”.

En 9 años de pedidos fue la única vez que me fui sin contestar al cliente.